¿Quién es este Santiago, “hermano del Señor”? Apenas se nombra en el Evangelio (Marcos 6,3) y, sin embargo, algunos años después de Pentecostés, aparece como el jefe, digamos el obispo de la comunidad de Jerusalén. Y cuando se propagó el Evangelio, parece que fue reconocido como el responsable de todas las comunidades cristianas con mayoría de judíos, que se formaron en Palestina, Siria y Cilicia (v. Hechos 15,13-29).
Entre los apóstoles, era el más apegado a las tradiciones judías (el extremo opuesto de Pablo). Hablando a sus feligreses de Jerusalén les enseñaba cosas sencillas y prácticas, inspiradas en la sabiduría del Antiguo Testamento. Se escucha el eco de su predicación dominical en la carta dirigida a los cristianos de origen judío que vivían en su inmensa diócesis.
Son llamadas: “las doce tribus dispersas”, nombre que se daba a los judíos establecidos fuera de su patria. La carta fue escrita probablemente entre los años 50 y 60 después de Cristo.
Como la carta no tiene mucha enseñanza doctrinal, ha habido gente que la ha despreciado. Pero en realidad contiene una enseñanza moral muy valiosa y muy actual, sobre todo en lo que toca a la justicia.
Algunos pasajes no son comentados, no por carecer de interés sino porque son fáciles de entender.