En el Séptimo Cielo

“In Seventh Heaven” no describe cómo nos sentimos ahora, a pesar de que estamos celebrando la Pascua.
Quiere decir un estado de felicidad perfecta, pero es literalmente una expresión curiosa. Se remonta a mucho tiempo y se refiere al nivel más alto del cielo, donde se supone que Dios y sus ángeles más altos habitan.
En la antigüedad, la mayoría de la gente imaginaba que el mundo era casi infinito pero plano—dividido entre las aguas profundas, la tierra seca, y el cielo de arriba. Y cada uno tenía subdivisiones. El cielo, los cielos de arriba tenían siete niveles, y el séptimo nivel era el más alto.
San Pablo Apóstol, haciendo referencia a una experiencia mística que él mismo tuvo una vez, escribió: “De cierto creyente sé esto: hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo. Si fue con el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, lo sabe Dios.” (2 Cor 12: 2).
El no-canónico libro segundo de Enoc imagina el tercer cielo como un lugar “entre la corrupción y la incorruptibilidad” que contenía el Árbol de la Vida y del cual dos manantiales fluían hacia el Jardín del Edén.
Esta noción de niveles se encuentra en el judaísmo, el cristianismo y el islam.
En 1961, el cosmonauta soviético Yuri Gagarin llegó a ser en el primer hombre en viajar al espacio exterior y orbitar la tierra. Se dice que Nikita Khrushchev comentó sobre su viaje: “Gagarin voló al espacio, pero no vio a ningún Dios allí”.
Eso sarcasmo fue muy extraño—se hace eco del concepto de un mundo plano. A veces, también usamos un lenguaje religioso muy antiguo y “direccional”:
Dios está “arriba” en el cielo.
Jesús “asciende” (sube) al Padre.
A veces exclamamos: “¡Saints above!”

“Cielo” o “Infierno” en el sentido de un lugar de nuestro destino final no es “arriba” o “abajo”; de hecho, no es un “lugar” en el sentido habitual de la palabra—aunque lo imaginamos así.
¿Qué es el cielo entonces?
Primero, no “sabemos” en la forma en que sabemos algo dentro de nuestra experiencia vivida. El cielo es un estado, una condición, una etapa de la vida que es desconocida y aún no experimentada.
En términos teológicos es un “misterio”, parte del gran misterio del amor y del cuidado de Dios para todas sus criaturas.
Esto es pertinente a cómo describimos y entendemos lo último de la vida terrenal de Jesús, lo que llamamos su “Ascensión”.
En la Biblia, se representa de varias maneras. Por ejemplo, al final del Evangelio de Lucas (24:51) dice: “Y mientras los bendecía se alejó de ellos y fue llevado al cielo”.
Sin embargo, al comienzo de los Hechos de los Apóstoles de Lucas (Hechos: 1: 9), hay una diferencia sutil pero muy importante—dice: “Entonces, en presencia de ellos, Jesús fue levantado y una nube lo ocultó.”
La palabra clave aquí es “nube”. No refiere al clima pero a la apariencia final de Jesús antes de que fuera reunido en la nube luminosa de la presencia divina que nuestros ojos no pueden penetrar.
Aun las imágenes varían, el hecho y la fe subyacentes son los mismos—la última etapa de la vida terrenal de Jesús fue reunirse en la gloria de Dios.
No se preocupe por la “dirección” de su vida, solo que sea la misma—¡hacia Dios!

(Una traducción del inglés)

17 de mayo de 2020