Tal vez sería más provechoso leer el evangelio de Marcos antes que el de Mateo. En Marcos, muchos detalles dan la impresión que vemos directamente a Jesús, tal como actuaba y hablaba, y a los diversos personajes, cada uno con su propio temperamento.
Mateo en cambio nos presenta una imagen algo más formal, pero más completa y mejor estructurada.
Para Mateo (o Levi hijo de Alfeo, como se llamaba), publicano, cobrador de impuestos, todo empezó un día, cuando estando en su mesa de cobranzas, Jesús que pasaba lo miró diciendo: “sígueme”. Entusiasmado, Mateo celebró este acontecimiento con un gran banquete. Pero los fariseos murmuraban, dándose de escandalizados: “El maestro come con los cobradores de impuestos y con los pecadores”, recibiendo de Jesús esta respuesta: “Vayan a aprender lo que significa esta Escritura: Yo quiero compasión y no sacrificios. Pues he venido a buscar no a los buenos sino a los pecadores”.
Esto nos puede explicar en gran parte el triple propósito del evangelio de Mateo:
1 — Se dirige a los cristianos de origen Judío, sus compatriotas, y les presenta al Mesías, Jesús, continuando la Historia Sagrada de Israel.
2 — Jesús viene para cumplir las Escrituras, en la humildad de su mensaje, de su vida y de su muerte.
3 — Pero “esta Piedra angular rechazada por los constructores” (21,42) es el Hijo de Dios, que viene a salvar a todos y los recibe en su Iglesia, nuevo Pueblo de Dios.
Este Evangelio se llama según Mateo. Pero muy posiblemente no fue escrito por él. Mateo escribió en arameo (idioma de los judíos) un primer texto que se perdió, pero que debió de ser la base común de los evangelios actuales de Mateo, Marcos y Lucas. En el actual Evangelio según Mateo se añadieron discursos y parábolas de Jesús que a veces se encuentran también en el Evangelio de Lucas.