INTRODUCCION A LOS ”JUECES”

      Josué no tuvo sucesor. Las doce tribus de Israel, unidas en una misma alianza con Yavé su Dios, no sintieron la necesidad de organizarse ni de conquistar Palestina de común acuerdo. Durante un siglo y medio, más o menos de 1200 a 1050 antes de Cristo, los grupos israelitas vivieron y crecieron en los cerros de Canaán, en medio de los pueblos cananeos. Tenían sus propios pueblos y campamentos, y se transformaban en agricultores, después de tantos años pasados en recorrer las estepas detrás de sus rebaños.
      Se presentó entonces la tentación de la idolatría. Los agricultores cananeos tenían una religión muy atractiva que celebraba las fuerzas de la vida y de la fecundidad. Se reunían en fiestas campestres o en los bosques con el rito de la prostitución sagrada. ¡Qué tentación para el israelita acostumbrado a la religión austera de Yavé!
      Cada estación del año estaba marcada por fiestas en que se pedía lluvia y buenas cosechas a los Baales. Era muy difícil que el israelita no participara en ellas con sus vecinos paganos. La mayoría del pueblo, sin renegar de Yavé, Dios de su raza y salvador del pasado, celebraba también el culto de los dioses del país, más provechosos para su labor campesina: se volvían paganos sin darse cuenta.
      Los israelitas, sin embargo, tuvieron que luchar contra varios enemigos que en ese período trataron de someter el país (como los filisteos) o pasaron saqueando y exigiendo impuestos. Entonces varios jefes surgieron del pueblo, campesinos que tomaron la iniciativa de la rebeldía y de la lucha contra el opresor. Algunos de ellos ganaron verdaderas victorias, especialmente la de Débora y Barac contra los cananeos (cap. 4-5).
      Estos hombres fueron considerados, durante su vida, como libertadores. Los hebreos los llamaron “Sofetim”, palabra que significaba “jefes” pero que se usó después para designar a los jueces. De ahí que se acostumbró llamar erróneamente “Los Jueces” a esos guerrilleros que nunca se sentaron en un tribunal.
      Los jueces no aparecen como santos. Israel, sin embargo, reconoció en ellos a los salvadores que Yavé compasivo les concedía. Si bien es cierto que no era cosa muy religiosa el haber asesinado a un jefe enemigo o matado a algunos filisteos en una emboscada, estos hombres, sin embargo, habían demostrado valentía, osadía y fe, en medio de la cobardía de todos. Más que eso, al remover repetidas veces la pasividad de sus hermanos, habían preparado sin saberlo esta nueva etapa en que Israel pasaría a ser una nación verdadera, con el rey David. Realmente el “Espíritu de Yavé” había impulsado a Samgar o a Sansón, cuando se abalanzaban sobre los filisteos, sin otras armas que una piedra o una mandíbula de burro.