Al leer la Carta a los Filipenses se descubre por sobre todo la ternura de Pablo. Aquí se da a conocer especialmente como “padre en la fe” para sus queridos convertidos.
Filipos era una ciudad importante de la provincia de Macedonia, y la primera ciudad de Europa donde Pablo predicó el Evangelio, después de anunciarlo en la provincia romana de Asia (v. Hechos 16,12).
Desde el comienzo, los filipenses se destacaron por su generosidad, (v. 2 Cor 8,2 y 11,9), y Pablo aceptó su ayuda material, demostrando así la gran confianza que les tenía. Pues, habitualmente, para que nadie lo calificara de interesado, se negaba a recibir dinero y prefería ganarse la vida con su trabajo, al mismo tiempo que predicaba.
Pablo escribió esta carta estando preso. No se sabe si se trata de su prisión en Roma en el año 62 (cuando escribió a los Efesios y Colosenses) o de un encarcelamiento el año 56 en Efeso, mucho más cercano a Filipos.