En el presente siglo, son bien pocos los que se equivocan sobre la natura del libro de Jonás y preguntan si realmente existió Jonás y si estuvo tres días en el vientre de un pez. Si bien es cierto, el libro de Jonás es una leyenda, el que lo escribió debió de ser un profeta para recordar con tanta claridad algunas verdades que olvidaban los de su tiempo.
Esta narración agradable y graciosa critica no a los idólatras o a los impíos sino a los mismos judíos piadosos, que, encerrados en su nacionalismo, olvidan fácilmente que Dios es el Dios de todos los hombres. Jonás se negó a obedecer el llamado de Yavé: posiblemente porque no se sentía responsable de los ninivitas. Está durmiendo mientras los marineros, paganos bien simpáticos, tratan de salvar el barco. Se alegra de pensar en el castigo de Dios que va a caer sobre los paganos de Nínive. Se queja de la misericordia de Yavé con los ninivitas, porque su propia reputación va a sufrir con ella.
Dios dirige al mundo con visión muy amplia y generosa. Por ser creador de todos se siente responsable de todos y quiere salvar hombres y animales sin mirar la raza o la religión. Jonás, en cambio, representa a los creyentes que aunque conocen a Dios, conservan un espíritu mezquino y rencoroso.
Esta narración profética era muy conocida de los judíos. Jesús la menciona dos veces en el Evangelio:
– la conversión de los ninivitas (Lucas 11,30).
– la comparación con los tres días que pasó Jonás en el pez (Mateo 12,40).