Lucas escribió los “Hechos de los Apóstoles’ después de su Evangelio, y sin embargo, lo que nos relata en este segundo libro son los comienzos de la Iglesia y de las misiones, cuando todavía no habían sido redactados los cuatro evangelios. Los apóstoles no predicaban con un libro en la mano; decían lo que habían visto y oído de Jesús y, por medio de ellos, el Espíritu de Jesús resucitado continuaba actuando.
En esos años, todo estaba por hacer. Guiados por el Espíritu, los primeros creyentes procuraban difundir la Buena Nueva de Salvación lo más lejos posible y en la forma más rápida: años de alegría, de milagros, y también de persecuciones y de anhelos apostólicos.
Lucas no presenció los comienzos, ya que era pagano y vivía fuera de Palestina, en Antioquía. Pero después de convertido, acompañó a Pablo en sus misiones, a partir del año 50. Por eso, hay como dos partes en el libro de los Hechos. En la primera, capítulos 1 al 15, Lucas reunió lo que pudo saber de los veinte primeros años de la Iglesia. En la segunda, capítulos 18-28, nos dejó principalmente el relato de lo que vio hacer a su maestro, Pablo.
Lucas interrumpió su relato en el año 62. En realidad, no terminó el libro de los Hechos de los Apóstoles. Desde hace veinte siglos, cada generación de cristianos sigue anunciando al mundo el mensaje de Jesús. Cada uno de nosotros tiene que escribir su página en el libro de los Hechos de los Testigos de Jesús.