El Espíritu Santo defenderá a la Iglesia perseguida.
V. en 14 lo que dijimos sobre el Espíritu Defensor y Consolador. Desde la primera línea de su Evangelio, Juan presentó a Cristo como el Hijo nacido de Dios, destruyendo así la imagen acostumbrada del Dios solitario y lejano. Jesús, al hacernos hijos de su Padre, nos descubre el misterio íntimo de Dios. En Dios hay comunión entre las tres personas: el Padre, el Hijo y su común Espíritu. El Espíritu no es sólo una figura poética; es una realidad, es Alguien.
El Espíritu reemplaza a Cristo al lado de sus apóstoles: Jesús se lo envía. Viene al mismo tiempo del Padre: así como guiaba al Hijo y le comunicaba el Amor del Padre, así hará con los creyentes. Ya el Antiguo Testamento afirmaba que el Espíritu de Dios se comunica a los profetas. El Evangelio de Juan nos enseña que el Espíritu es una persona divina que podríamos llamar “Dios que se comunica”.
El libro de los Hechos nos muestra cómo actúa el Espíritu en la Iglesia: guía a los misioneros, les da el poder de obrar milagros, de triunfar sobre los adversarios. Sobre todo, da a los convertidos el conocimiento de Dios, capacidades nuevas para obrar, sanar, servir y remecer a un mundo entorpecido.
¿Qué quiere decir Juan con pecado, justo, justicia? Jesús vino como la luz que brilla de repente para dar una clara visión de las cosas, donde no había sino confusión. Recuérdese en el poema de la creación, cómo Dios creó la luz al principio, cuando quiso ordenar el caos. Así Jesús vino a un mundo sometido a las influencias oscuras del Príncipe de este mundo,
– Fue rechazado por los que no quieren apartarse del mal: ese fue el pecado del mundo.
– Mostró en su propia persona lo que es la Justicia, o sea, la perfección del Hombre según la voluntad de Dios.
– Al pasar brevemente entre nosotros, llevó a efecto el Juicio que los judíos esperaban para echar fuera a los malos; si bien no desapareció el mal, el mundo ya no está bajo el poder del Maligno.
Pero esa victoria de Cristo no les parece tal a los apóstoles en el momento de la muerte de Jesús; piensan más bien que el Maestro ha fracasado. Sin embargo, el Espíritu Santo impulsará a hombres de fe, a mártires, a profetas y por medio de ellos transformará el mundo. De esta manera hará justicia al Salvador aparentemente vencido.