Proclamaba la Buena Nueva del reino y sanaba todas las enfermedades. Aquí viene la conclusión sobre la predicación y los milagros de Jesús en Galilea. En la persona de Jesús, Dios mismo venía a sanar a la humanidad. Y porque dicha obra es larga y lenta, debían darse signos visibles a la gente para que creyera en esta curación que poco aparece. Por eso Jesús debía sanar a los enfermos y también hoy los predicadores y las mismas comunidades cristianas deben dar signos de lo que predican; deben sanar al mundo actual de sus enfermedades promoviendo unión y justicia.
Se compadecía porque estaban decaídos. La compasión de Jesús nos recuerda las palabras de los profetas que anunciaban el día en que Dios sería el propio pastor de su pueblo. V. especialmente Ezequiel 34, 11.
La cosecha es grande y pocos los obreros. ¿A quién no inquietará la falta de obreros para el trabajo del reino? Jesús insiste en la necesidad de pedir en la oración sacerdotes, misioneros, laicos apostólicos para la Iglesia. El desarrollo de la Iglesia queda en manos de Dios.
La oración nos hace entrar en el plan de Dios. Nos obliga a hacer nuestras las intenciones de Dios: “Venga tu Reino”, y a ponernos a su servicio.