De Jericó a Jerusalén, Jesús “sube’ con la gente que va a celebrar la fiesta de la Pascua. Muchos vienen de Galilea, la provincia de Jesús, y al verlo en el cortejo, piensan que va a hacerse proclamar como el Mesías. La curación de los ciegos (o del ciego, ver Marcos 10,46) viene a confirmarlos en su esperanza.
Vimos en varias oportunidades, cómo Jesús se negó a ser Mesías en forma ostentosa (v. Juan 6,15 y Marcos 1,40). Esta vez, Jesús se presenta como el Mesías. Los profetas lo habían anunciado con palabras muy diversas. Unos hablaban de rey, otros de profeta, y algunos de hombre bueno perseguido. Entre ellos el profeta Zacarías anunciaba un rey humilde y pacífico (v. Zac 9,9) y Jesús decidió presentarse conforme a esta última imagen, montado en una burra. Pues en esos tiempos el caballo sólo se usaba para guerrear y la cabalgadura común era el burro.
Hosannah, o sea, “Salva pues”, “viva”, La gente gritaba aclamaciones bíblicas y cantaba los salmos (v. salmo 118). Cortaban ramas de los árboles; de ahí el nombre de día de Ramos.
Jerusalén era una ciudad grande; el Evangelio da a entender que el entusiasmo de los galileos, si bien conmovió la ciudad, no por eso la arrastró. Fue mejor así en cierto modo, porque el alboroto en Jerusalén, hubiera causado la intervención inmediata de la policía romana, alerta contra todo lo que olía a subversión.
Mateo hace coincidir con esta entrada de Jesús el suceso de los vendedores del Templo. Así también lo hacen Lucas y Marcos (11,20). Por el contrario, Juan habla de esto al comienzo del ministerio de Jesús (2,4). A lo mejor Juan tiene razón; en los días de los Ramos y con el entusiasmo popular, esta intervención en el Templo y a la puerta de la fortaleza romana, habría sido como chispa en polvorín. Mateo, como Marcos y Lucas, cuenta solamente un viaje de Jesús a Jerusalén: esto conviene al orden de su libro. A causa de esto, agrupa en la última venida de Jesús al Templo, hechos que sucedieron en otras oportunidades. Pero también es posible que Jesús haya limpiado dos veces el Templo, al comienzo según Juan, y en el día de los Ramos.
Tu sacas tus alabanzas de los pequeñitos. Respondiendo a los jefes, Jesús cita el salmo 8; allí se trata de los niños que, con la sencillez de su corazón, saben descubrir a Dios mejor que los otros en la belleza del mundo. Según su costumbre Jesús se aplica a si mismo lo que en la Biblia se decía de Dios, dando así a entender quién es él.
Jesús será muerto cinco días después de la entrada triunfal a Jerusalén; el verdadero triunfo lo conseguirá de su Padre, y pasando por la muerte. Esto nos invita a una actitud humilde ante los éxitos y alabanzas. Y la misma Iglesia, cuando el pueblo está dispuesto a aclamarla, ha de tomar el lugar del rey Pacífico a quien alaba la gente, humilde.