Anotación a Lv 8, 1

      Al describir detalladamente a Moisés que consagra a su hermano Aarón, el Levítico enseña la manera como se debe proceder para la consagración del Sumo Sacerdote. Vestidos, ornamentos, purificaciones, expresan el carácter sagrado del hombre, “tomado de entre los hombres para representarlos ante Dios y ofrecer sacrificios por ellos” (Hebreos 5,1).
      Los ritos que se practican nos muestran la mentalidad religiosa de los hombres de aquel tiempo. Para ellos, el mundo contiene dos clases de personas y de cosas: las que pertenecen a Dios, o sea sagradas, y las que no le pertenecen, o sea profanas. Unas son puras, otras impuras; unas son “santas”, otras, “llevan un pecado”, lo que solamente significa que no pueden servir para el culto.
      La Biblia toma en cuenta esta mentalidad primitiva de los hombres de aquel tiempo, pero la historia de la salvación será un esfuerzo constante para enseñar que el pecado no es una mancha exterior sino una culpa interior del hombre. En los profetas primero y en el Evangelio después, se proclamará que el pecado es “lo que sale del corazón del hombre”.
      Los sacerdotes son consagrados por una unción de aceite. Los reyes igualmente serán consagrados por una unción. Sacerdotes o reyes serán así los “ungidos” de Dios, lo que se dice “Mesías” en idioma hebreo y en griego, “Cristo”. El Sumo Sacerdote es llamado: “Cristo de Dios”; es imagen de Jesús, sacerdote de la Nueva Alianza, lo que explicará la carta a los Hebreos (5-8).
      La historia que ocupa este capítulo (muerte de los hijos de Aarón) es una manera de exponer en forma más viva algunas leyes que correspondían a los sacerdotes de Israel.