El israelita tiene por misión celebrar el culto del Dios único. Sin embargo, para presentarse en el Templo a tomar parte en una asamblea religiosa, debe cumplir varios requisitos que lo hacen “puro”, como lo notamos respecto al capítulo 8. Estar puro o impuro no significaba que uno era culpable o no; estas palabras solamente expresan que estaba listo para acercarse al altar.
Estas leyes ayudaban a Israel a descubrir e1 camino de la santidad verdadera:
– Son declarados impuros algunos animales que los paganos honraban. Hay que apartarse de ellos.
– Varias leyes y “tabúes” (o sea prohibiciones de origen sagrado) referentes a la sexualidad ayudan a respetar el carácter sagrado de la vida. Espontáneamente en cualquier pueblo primitivo varias reglas rigen el sexo y rodean el nacimiento. Igualmente entre los judíos. V. 12, 1-8 y cap. 15.
– Algunas leyes corresponden a normas de higiene, aunque se indiquen otros motivos. Por ejemplo la prohibición de la carne de cerdo (11,7) que acarrea enfermedades donde no hay bastante aseo. Lo mismo, en lo referente a la lepra (cap. 13), enfermedad muy contagiosa.
No hay vida religiosa ni cristiana sin educación humana y equilibrio familiar. Por eso, varios matrimonios fracasan, aunque el amor sea mutuo, por falta de solidez humana. Los esposos no recibieron cuando niños la educación disciplinada imprescindible para lograr personas responsables. Así la Biblia en sus enseñanzas “exteriores” y “carnales” formaba un pueblo que sirviera a Dios de un modo más responsable.
Muchas leyes cuya razón se nos escapa servían más que todo para hacer al pueblo de Dios diferente de los otros pueblos en sus comidas, en sus fiestas y en sus costumbres. Aunque la actitud interior es la que debe hacer al creyente diferente de los demás, la disciplina exterior le ayuda a uno a que tome conciencia de su propio espíritu. La Biblia educa a un pueblo que todavía no había alcanzado la madurez religiosa, y por eso le imponía una forma de vivir diferente. Como actualmente se da un uniforme al joven que ingresa al ejército o a alguna institución especializada.
Estas leyes empezaron a ser observadas muy estrictamente a partir del tiempo de Esdras y dirigieron a la comunidad judía de los últimos siglos antes de Cristo. Notamos en Neh 3 el peligro que entrañaba para ellos el mantenerse separados de los demás hombres. Al venir, Cristo va a suprimir todas las barreras entre los pueblos, y según dice Pablo: “derribó este muro de enemistad que era la Ley: al morir la destruyó con todas sus prescripciones” (Ef 2,15).
11,6 es una prueba de que la Biblia no es un libro de enseñanza científica.