Anotación a Jos 6, 1

      Con la toma de Jericó empieza la conquista. Jericó es hecho anatema, es decir, “apartado para Dios”. El pueblo renuncia a todo botín, entrega las cosas al tesoro de Yavé y mata a los seres vivos en vez de adueñarse de los animales y reducir a esclavitud a los hombres. Esta misma palabra anatema pasará a significar que alguien es condenado por Dios (v. Rom 9,3). Esto se practicaba en varios pueblos: aquí, al destruir todo lo que era cananeo, Israel se preservaba de adoptar la cultura y la religión materialista de los cananeos.

      El lector moderno a veces se escandaliza. ¿Cómo pudo Dios ordenar una guerra así? Y Josué, ¿cómo pensó agradar a Dios ordenando matar a  todos, incluso a los niños?
      Es necesario fijarse cuándo tuvo lugar dicha conquista, y cuándo fue escrito el libro.

      La conquista tuvo lugar en el siglo XIII antes de Cristo. Nos cuesta penetrar la mentalidad de esa época: en Canaán se quemaban los niños sacrificándolos a los dioses paganos, en Asiria se desollaba vivo a los prisioneros. Israel conquistó Palestina a la fuerza como cualquier pueblo errante del mundo. Dios empezaba la educación de su pueblo; para empezar no podía esperar que ya estuviera educado. Las victorias sangrientas son una etapa en el camino que conduce a la conciencia nacional. En ese sentido, no podemos en nombre de la paz, despreciar a los héroes del pasado.
      Por otra parte el presente libro fue escrito en el siglo VII antes de Cristo en el pequeño reino de Judá, rodeado de poderosos vecinos entre los cuales trataba de sobrevivir pacíficamente. Entonces se amplió el relato de las victorias y matanzas del pasado (v. introducción a este libro): el autor quería mostrar a sus contemporáneos que no debían temer, ya que Dios estaba con ellos. Al imaginar y contar las matanzas de los cananeos no tenía ningún odio, pero sí quería decir a sus contemporáneos: no admitan nada de las costumbres paganas, preserven la semilla santa, la fe de Israel. Con estos ejemplos sangrientos se nos da una lección: el Pueblo de Dios tiene la esperanza única del mundo. Ningún sacrificio estará de más para guardarla intacta. Por lo tanto no vamos a imitar el fanatismo de esos tiempos primitivos.
      Así pues, cuando se dice: Yavé ordenó a Josué el anatema no debemos pensar en una intervención especial de Dios (v. comentario de Gén 16). Esto significa que al decidir el anatema conforme a la mentalidad de ese tiempo, Josué preservaba la fe de Israel de lo que más contradecía el plan de Dios, la idolatría. Pero ellos lo hacían como hombres que no sabían todavía el valor de la vida humana.