Anotación a Job 4, 1,

      Elifaz es un creyente. Frente al dolor de Job repite lo que decía la voz popular en aquel entonces.
– Dios hace justicia en la presente vida, premiando a los justos con salud y bienes materiales.
– Si tú estás enfermo y abandonado, es que pecaste.
      Elifaz no se equivoca al recordar cómo las desgracias caen sobre los malos y la Providencia de Dios se manifiesta a menudo en favor de sus amigos. Esto que cualquiera puede comprobar, la Biblia lo afirma expresamente. Los profetas no vacilaron en decir y repetir a Israel que sus apuros eran la consecuencia de sus pecados. El Deuteronomio lo afirma también (Deut 30,15-20), y el libro de los Jueces pretende demostrarlo con hechos históricos (Jueces 2,11-19). Esto es, sin embargo, una verdad aproximada y no se verifica plenamente en la vida ni vale para numerosos casos individuales.
      Elifaz pretende hablar a consecuencia de una revelación de Dios, como las que tenían en sueños muchos profetas. Seguramente dice la verdad: Ningún hombre será bueno ante Dios, ¿puede ser algún mortal puro ante él?
      Pero Elifaz saca conclusiones muy discutibles al afirmar que los malvados van a la ruina mientras los justos viven felices. La riqueza puede ser una señal de reprobación como lo recordará Jesús. El que mira con fe el mundo ve cómo Dios “derriba a los poderosos y enaltece a los humildes”, pero la experiencia diaria parece enseñar lo contrario. Si Elifaz habla con tanta seguridad es porque no ha padecido en carne propia ni consideró al mundo de los que sufren.
      Se notará, sin embargo, la invitación de 5,17-27. “Feliz el hombre a quien corrige Dios; no desprecies la lección del Todopoderoso, pues él es el que hiere y el que venda la herida”. El profeta Oseas decía cosas semejantes (Os 6,1).