Anotación a Jn 14, 1

      Este capítulo contiene el primer discurso de despedida de Jesús. Se dirige a sus discípulos y a los creyentes de todos los tiempos. Procura que sus discípulos pasen de la intimidad con su persona visible y terrenal a la intimidad del resucitado, presente e invisible. “Hace tanto tiempo que estoy con ustedes”, les dice Jesús a sus discípulos; pero cuando sea glorificado “Yo estaré en ustedes”.
      No se turben. Así empieza y termina el discurso (14,27). Jesús se va para prepararnos “una mansión en la Casa del Padre” y todo su discurso es para infundirnos el deseo de ese encuentro con el Padre.

      Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Camino, porque el discípulo aprende a conocer más y más al Maestro, descubriendo progresivamente en Él al Hijo de Dios, imagen del Padre. Camino porque si el discípulo sigue sus huellas llegará al Padre.
      El que cree en mí. Jesús dice lo que será la vida del que cree en él. No deseará haber vivido cuando Jesús estaba en la tierra y manifestaba su poder. En la Iglesia se realizará por medio del Espíritu, más evangelización, más conversiones, más transformación profunda del mundo, que durante la vida terrenal de Jesús. “Hará cosas mayores que yo”.
      Les mandaré al Espíritu de Verdad (15,26). Cuando un cristiano habla de vida espiritual, habla de la vida que viene del Espíritu. Es el Espíritu de Dios mismo, enviado por el Padre. Y también Jesús dice: se lo mandará (14,26) porque el Padre le dio todo, hasta su propio Espíritu.
      Para que les mande un Defensor. Así traducimos la palabra griega “Paráclito”, que significa Abogado, Defensor, o Consolador. El Espíritu dará consuelo y ánimo al creyente cuando la lucha se haga dura y amarga la vida. Será el Defensor de la Iglesia, como Jesús defendió a sus apóstoles; guiará, enseñará, refutará las mentiras de los adversarios.
      Yo estoy en el Padre, el Padre en mí y ustedes en mí (14,10 y 14,20). Así se nos manifiesta lo más profundo de la vida cristiana: la comunión con Dios. No se trata de acercarnos a Dios, como si Él estuviera fuera de nuestro alcance. No se trata de estar a su lado, como si Dios fuera sólo una persona frente  nosotros. Entramos “en” la vida misteriosa de las personas divinas que comparten todo y son un único Dios. Esta es la vida que nos comunica el Espíritu. Aquí se borra la imagen del Dios solitario y alejado con que se conforman muchos hombres; el Espíritu nos hace vivir en la intimidad del Padre y del Hijo. Las cosas materiales y los cuerpos no se pueden compenetrar. Pero esto se puede en el mundo del espíritu. Cristo está “en el Padre y el Padre en él”. Y hacen en nosotros su morada. Y estamos en comunión con el Padre y con el Hijo.
      Señor, ¿qué vas a hacer para mostrarte a nosotros y no al mundo? Juan nos transmite las reflexiones e inquietudes de los apóstoles que no alcanzaban a comprender cómo Jesús podría estar con ellos, siendo que no seguirá viviendo en medio de los hombres. En realidad, Jesús se manifestará de dos maneras: enseñando y dando la paz. Estas dos cosas serán la obra del Espíritu Santo en nosotros, con tal que guardemos las palabras de Jesús.
      Si alguien me ama, guardará mis palabras. A los que no creen les es imposible comprobar la presencia invisible de Jesús. Pero también los mismos creyentes han de progresar en su fe para conocer así a Cristo “en ellos”. El que ama “guarda las palabras”; guardarlas es más que recordarlas. Las medita, las pone en práctica y deja que echen raíces en su alma.
      El Espíritu les va a enseñar todas las cosas. La enseñanza nueva no difiere de la que Jesús había dado. Sólo que el Espíritu nos hace comprender sus palabras y además nos da luz para ver cómo se cumplen en los acontecimientos de nuestra vida. Así, el libro de los Hechos muestra cómo el Espíritu hacía comprender a los apóstoles lo que habían oído de Jesús (v. Hechos 10).
      Les dejo mi paz. La paz profunda será para los creyentes la prueba de que están en la verdad, y que está Cristo en ellos.

      El Padre es mayor que yo. Esta frase no quiere negar lo que afirmó todo el Evangelio sobre la unión total del Padre y del Hijo quién lo recibió todo del Padre, incluso su Espíritu.
      En el presente discurso, Jesús nos anima a que deseemos ir donde el Padre. En 14,1, decía: “No se turben; hay muchas mansiones en la Casa de mi Padre”, es decir hay lugar para todos ustedes. Aquí dice: “No se turben, más bien alégrense, porque el Padre es mayor que yo”. Pues bien, tanto para nosotros como para Jesús, ir al Padre significa encontrar una vida muy superior a la que se manifiesta en la vida terrenal y humilde de Jesús hombre.