Mi casa, que lleva mi nombre, ¿acaso la toman por una guarida donde se reúnen los ladrones? Estos después de cometer sus fechorías se refugian en una caverna en busca de seguridad. Jeremías señala la misma actitud en sus contemporáneos. Al ver cómo desde hace cuatro siglos Yavé protege a Jerusalén, están convencidos que hay una bendición para ellos y para el Templo, que es la Casa de Yavé, donde está presente, y desde donde bendice a su pueblo.
¡Templo de Yavé, templo de Yavé! Ahí acuden, y confiados en los dones de Yavé, piensan que no necesitan cambiar de vida. Es cierto que Yavé ordenó los sacrificios, pero ¿puede uno reconciliarse con el Señor al precio del sacrificio de un animal? Si no hay cambio de conducta, ¿de qué valen esos ritos?
Lo que hice en Silo, lo haré con este Templo. Yavé destruirá el Templo si es necesario, para que los judíos dejen de confiar en medios tan fáciles para reconciliarse con su Dios.
Sería fácil adaptar todo esto al tiempo actual. Aún en la Iglesia puede existir la misma confianza que los judíos tenían en sus ritos:
– el Templo; nuestras parroquias que se mantienen desde siglos;
— la circuncisión; somos bautizados y vamos a misa, ¿que más necesitamos?
– Jerusalén; nuestro orgullo de ser la Iglesia.
Cuántos creen que por ser católicos pueden seguir entregados al vicio y permanecer indiferentes a la palabra de Dios o a la renovación de la Iglesia.
Aquí Jeremías habla del Templo. También en 3,16, habla del Arca de la Alianza: ya no existirán en la nueva alianza. También en 4,4, habla de la circuncisión: no basta con haber recibido esta señal para ser reconocido por Dios.
Después de ese texto, vienen tres más, relacionados con el culto:
– se reprende al pueblo de Dios por mantener a la vez el culto de Yavé y el de otros dioses;
– practican el culto, pero no se preocupan por reconocer la palabra de Dios y conocer lo que le agrada.