Anotación a Is 7, 10

      En el año 736, los reyes de Israel (capital Samaria) y de Aram (capital Damasco) procuraron unirse contra Asiria o Asur. En Jerusalén, Ajaz, aconsejado tal vez por Isaías, no quiso seguirlos y ellos lo vienen a sitiar.
      Ajaz se atemoriza y llama en su socorro a Asiria a pesar que Isaías, en nombre de Yavé, le ruega que no se meta en estas alianzas.
      Para convencer a Ajaz, Isaías le ofrece de parte de Dios un signo milagroso. Ajaz dice que no quiere poner a prueba a Dios. En realidad, no quiere convencerse ni cambiar sus planes. Entonces, al rey que se encierra en su porfía, Isaías le anuncia un signo que Dios dará. Dios quería salvar y ofrecía un signo, gozoso por supuesto. Como Ajaz no creyó, Dios va a dar un signo que será a la vez de castigo y de salvación.
      El signo es de esperanza, La Virgen designa a Jerusalén. La familia real de los descendientes de David va a tener un hijo al que se considera ”hijo de Jerusalén”, la capital santa, y Yavé pide que se le dé como nombre Emanuel, o sea “Dios-con-nosotros. Emanuel es el grito con que se aclamaba al celebrar una victoria. Así, pues, el reino del niño será señalado por una victoria de Yavé.
      Pero también el signo es de castigo. Antes de esta liberación, los asirios llamados por Ajaz, después de destruir a Israel y Aram, saquearán también a Judá. Las “avispas” de Asiria y los “tábanos” de Egipto designan a los soldados de los dos imperios en guerra que van a pasar por el país y lo dejarán devastado. Por eso, el niño se criará con leche y miel, productos de una tierra asolada  sin cultivo.
      Así, pues, la palabra de Isaías, condena al rey que ocupa al presente el trono de David, pero al mismo tiempo recalca que Dios no faltará a su promesa: uno de la raza de David será el Salvador, el Emanuel.

¿QUIEN FUE EL EMANUEL?

      Emanuel era el sobrenombre dado por Yavé al descendiente de David que iba a nacer, y en esos años nació un descendiente de David, Ezequías. Pero a pesar de que Ezequías fue un rey piadoso y que durante su reino ocurrió una señalada liberación de Jerusalén, nadie pensó que se habían cumplido en él todas las promesas de Dios al Emanuel.

      Las palabras de Isaías en dicha ocasión eran palabras de Dios y por esto no se debían cumplir totalmente en su tiempo sino que se verificarían mejor en la venida de Cristo.
La Virgen son, de algún modo, los creyentes “vírgenes” o sea totalmente entregados a Dios, entre los cuales nacería el Salvador.
La Virgen es María que encarno en su persona a la “Hija de Sion”, es decir que fue modelo y madre de todos los creyentes Virgen de cuerpo, más aún lo fue por una fe sin par de la que se entregó totalmente a la Palabra de Dios. Así quiso Dios que fuera la madre del Salvador: fecunda por la obra y la sombra del Espíritu Santo.

      Los evangelios de (Mateo 1,23) y de (Lucas 1,31) aclaran la significación profunda del mensaje de Isaías.