Anotación a Is 42, 1

      El trozo 42,1-9 es el primero de los cuatro “Cantos del Servidor de Yavé” en que se dibuja la figura de Cristo.

      Este es mi siervo. Mi elegido, el preferido de mi corazón. Son las mismas palabras que se oirán en el Bautismo de Jesús y en su Transfiguración (v. Juan 1,19 y Mateo 17,5). He puesto sobre él mi Espíritu. Es lo que se comprobará en el Bautismo de Jesús.
      Enseñará a las naciones mis juicios, es decir, mis decisiones para realizar la justicia en el mundo. No gritará ni alzará la voz. Cristo para salvar no usará los medios humanos: propaganda, demagogia, violencia; será el maestro manso de corazón al que acuden todos los que buscan “el Descanso” (v. Mateo 11,29).
      Hay en el texto un juego de palabras sobre quebrado y vacilar. El servidor muestra comprensión para los que están quebrados o que vacilan, pero personalmente ni vacila ni se deja quebrar: es fuerte y comprensivo con los débiles.
      Este primer canto señala como los siguientes (v. 49,1) que la misión del Servidor de Yavé es universal. No vino solamente para los judíos, sino para las naciones del extremo del mundo que la Biblia a menudo llama “las islas”.
      Yo te llamé para abrir los ojos a los ciegos y sacar a los presos de la cárcel. El Siervo de Yavé empezará salvando a Israel. Dará la vista, es decir la fe, a los ciegos incrédulos (v. Is 35,5 y 32,3). Sacará de la prisión, es decir de Babilonia, a los cautivos. Y porque la primera alianza de Dios con Israel en el Sinaí fue rota por el pueblo rebelde, ahora Yavé prepara una nueva alianza con un pueblo de creyentes. El Servidor de Yavé realizará esta Nueva Alianza al morir por todos los hombres. Luz para las naciones (v. Lucas 2,32).
      El Evangelio de Mateo 12,18 muestra que todo esto se cumplió en la persona de Jesús.

      En el versículo 9, el profeta concluye: he anunciado las victorias de Ciro, y vinieron; ahora les anuncio para pronto la liberación definitiva, y se producirá en igual forma. El profeta entonces tenía a la vista a Ciro, rey justo y vencedor, que iba a liberar de Babilonia a los desterrados. A través de él, veía al verdadero Salvador que Yavé no tardaría en enviar.