Anotación a Hech 27, 1

      El Imperio romano reunía todos los países que rodean el mar Mediterráneo, y por eso muchos viajes se hacían por mar. Lucas hizo el presente viaje y nos deja un relato de extraordinaria precisión.

      Llevan a Pablo a Roma con un grupo de procesados y de condenados. Junto al patrón del barco interviene otra autoridad, la del centurión, oficial romano, y de sus soldados, pues saben que si un preso se escapa, su vigilante será ejecutado (v. 12,19 y 27,42).

      El relato muestra a Pablo como un hombre muy conocedor de esos viajes. En la 2 Cor 11,25, escrita tres años antes de estos acontecimientos, dice haber naufragado tres veces.
      Es un conocedor del mar, pero sobre todo posee la fuerza de Cristo. Cuando llega el temporal y falla la sabiduría de los expertos, el apóstol permanece firme. No emprendió nada por iniciativa humana (2 Cor 1,17), y ahora,
“preso de Cristo”, sabe donde éste lo lleva.
      Vemos cómo Cristo se vale de un hombre cumplidor y responsable. A diferencia de los fanáticos que no saben sino repetir sus discursos y vivir como extraños a las preocupaciones de los hombres, Pablo está presente, cooperando a la salvación de todos. No aprovecha para sí sus revelaciones. Al llegar a la orilla, no saca ninguna ventaja y sigue como preso. Y eso que gracias a él, se salvaron todos.