Anotación a Hech 17, 16

      Atenas era la ciudad más famosa del mundo griego. Aun después de haber perdido el dominio político, permanecía como el centro cultural del mundo romano. Ahí va Pablo, pues apunta siempre a la cabeza: a las ciudades grandes, a los puertos, en que las noticias corren de uno a otro y se transmiten a través del mar.

      Se le ofrece la oportunidad de hablar en presencia de los filósofos y notables de Atenas; acepta de inmediato. Frente a esos intelectuales, hace un esfuerzo por dar a su mensaje una forma culta: resulta un fracaso. Se nota la poca acogida del Evangelio por parte de esos sabios, más curiosos de oír novedades que deseosos de un compromiso real.

      Pablo pensaba en primer lugar hablar de los hombres que buscan a Dios; y después presentar a Dios, que en la persona de Jesús, viene a buscar al hombre, dándole tiempo para convertirse antes que venga el juicio. Pero no lo dejaron acabar su discurso.
      Notemos el elogio que Pablo hace de esos pueblos paganos y de sus intelectuales. Dios les dejó que buscaran por sí mismos a Dios. Pablo no menosprecia ni condena las religiones paganas, ni a los filósofos que no tienen la fe. A pesar de sus desviaciones y errores hay que reconocer en ellos el esfuerzo del hombre y del pueblo para alcanzar la Verdad, y la Verdad es Dios. Dios se da a conocer por la naturaleza y por sus beneficios de toda clase que nos proporcionan la vida. Dios despierta en nosotros la inquietud por reunirnos todos los hombres, ya que, a pesar de los antagonismos, somos hermanos, descendientes de un solo hombre.
      Pero después señala que Dios prefiere olvidar esos tiempos. Se trata de pasar de la religión a la fe,
– La religión son los hombres que buscan a Dios.
– La fe son los que conocen a Dios por creer en lo que él mismo dijo.
      Ahora, Dios viene a juzgar al mundo por medio de un hombre. Desde la venida de Cristo, ha empezado este “juicio”, en el sentido que Dios nos obliga a definirnos respectó a Cristo.