Anotación a Gén 6, 5

      Un mundo viejo que desaparece bajo las aguas y que es sustituido por un mundo nuevo, virgen, en que la paloma descubre la rama de olivo: es el sueño de los hombres cansados y aburridos del pecado universal. El apóstol Pedro verá en el bautismo la realización de este    sueño (1 Pedro 3,21). 
      Las inundaciones periódicas de los grandes ríos del Medio Oriente dieron el tema de este relato (o cuento). La figura del anciano Noé fue dibujada a la semejanza de Abraham, padre de los creyentes (Gén 12). Muchos detalles del relato tienen una significación simbólica.
      ¿Por qué salva Dios a Noé? Por una parte, porque nunca Dios castiga a los buenos junto con los malos. También, porque nunca Dios se da por vencido. Siempre, en medio del mal, hay algo que salvar y alguien que servirá para construir el mundo nuevo. Se nos invita a confiar en Dios que salva a sus amigos, aun en medio de los acontecimientos trágicos.

      Jesús aclara en el Evangelio este pecado de la humanidad después de Adán (v. Mateo 24,38). Los hombres viven despreocupados y no quieren pensar en las desgracias que se están preparando. Al contrario Noé, al saber por su fe que se acerca la catástrofe, se pone a construir el Arca. Su fe no es pura devoción, sino que le lleva a trabajar y a no descuidar nada de lo que salvará al mundo.
      Dios elige a Noé entre toda la descendencia de Adán. Más tarde elegirá a Abraham entre todos los descendientes de Noé. Después a David, entre los hijos de Abraham y, por fin, uno de los descendientes de David, a Cristo, representante y Salvador de toda la humanidad.

      Esta historia de Noé fue escrita varias veces. Dos textos se mezclan y están como entrelazados en lo que leemos. Hemos destacado las frases del relató más antiguo (y más sencillo) de manera que sea más fácil de entender.