Anotacion a Gen 22, 1

Sacrificar a sus hijos era costumbre religiosa común a los pueblos vecinos. Los hombres después del pecado se hacen una imagen equivocada de Dios, al que ven como envidioso de su propio éxito, esos pueblos pensaban que para ser legítimamente padre debían sacrificar a Dios el primer hijo varón. Seguramente que Abraham tampoco pudo deshacerse tan pronto de este modo de pensar; ese sacrifico no le parecía algo inhumano como a nosotros.
      Toma a tu hijo único, al que amas, Isaac. En realidad el sacrifico es inmenso. Abraham quería a Isaac mucho más que los padres de su tiempo.  Lo quería:
– por haberle esperado tanto tiempo.
– por haberlo recibido por un milagro de Dios.
– por Haber depositado en él todas sus esperanzas ya que Dios no le había dado nada a él sino que había hecho promesas para Isaac y sus descendientes.
      Aparentemente, Dios se contradice a sí mismo y niega sus promesas. Abraham permanece fiel y obedece ciegamente.
      Dios quiso probar a Abraham. La fe de Abraham es una amistad con Dios. Aquí se revela su carácter exigente. El “si” a Dios trae consigo sacrificios concretos. Dios confía sus mayores dones a los que se mantienen firmes en el momento en que él les quita toda esperanza. Dios va hasta arrebatar a Abraham todo lo que le ha dado para que después lo tenga todo de él. Uno no conoce el precio de la buena salud mientras no se enferma. Abraham sabrá lo que significa ser padre en nombre de Dios cuando haya aceptado sacrificar a su hijo.
      Abraham tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Es uno de los detalles que hacen de esta página una figura del sacrificio de Jesús en la cruz:
– Allí también Dios Padre entregará a su propio Hijo para salvar al mundo.
– Allí también Jesús salvará al mundo a través de un fracaso total: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”.
      Sacrificó el carnero en lugar de su hijo. Esta conclusión es una lección y manifiesta la condenación de Dios a los sacrificios humanos. Durante siglos, los profetas tendrán que pelear contra la arraigada costumbre de sacrificar a los niños (v. 1 Reyes 16,34).