El hombre es un ser responsable y Dios lo pone a prueba para que escoja él mismo su destino. El jardín de Edén es la figura de la Tierra maravillosa que Dios, siglo tras siglo, promete a los hombres. Ahí es puesto Adán, pero debe merecer su permanencia en el jardín por su fidelidad al mandamiento de Dios. Este segundo [relato de la creación], después del [primer relato] de la Creación, nos presenta a los actores del drama de la humanidad: Dios, el Hombre, la Pareja y luego la Serpiente.
Yavé formó al hombre con polvo de la tierra. Es difícil expresar mejor el interés personal de Dios por su criatura. El hombre no tiene nada suyo: “polvo de la tierra”, pero sale de las manos de Dios. De ahí su total dependencia que es a la vez su dignidad. Adán recibió el aliento de Dios, su fuerza de vida, que lo hace diferente de todos los animales.
Yavé plantó un jardín llamado Edén. Este nombre indica un lugar privilegiado y divino. Es un jardín fértil regado por los ríos más grandes de oriente: Éufrates, Tigris, Pisón, Guijón, reunidos por la imaginación del autor. Así entendemos que Dios reserva al hombre toda la felicidad que podemos anhelar.
En él puso al hombre para que lo cultivara. El hombre se realizará por el trabajo; le es tan necesario trabajar como al pájaro volar. En cuanto crea Dios al hombre lleva a su presencia todos los animales para ver qué nombre les pondrá — Dios mismo espera la iniciativa del hombre, curioso de ver cómo transformará el mundo por su ciencia y su trabajo—. El trabajo no es castigo del pecado, sino la forma en que el hombre cumple su misión de contribuir al desarrollo del mundo. Solamente por consecuencia del pecado el trabajo tiene aspecto de castigo.
Por el momento, Adán puede comer de todos los árboles. Pero si demuestra su fidelidad respetando el mandamiento de Dios, se le concederá comer del árbol de la Vida, es decir de la inmortalidad. Cesará entonces su situación provisoria y será feliz para siempre junto a Dios.
No es bueno que el hombre esté solo. En realidad el hombre es una pareja humana. El poema al escribir cómo modeló Dios a la Mujer de la costilla, nos demuestra que la unión conyugal es un enlace sagrado y definitivo, como lo recordará Jesús en Mateo 19. Los dos esposos van a hacer su destino juntos.
Por eso el hombre deja a sus padres. El varón y la mujer no son iguales. La mujer viene del hombre, lo que significa dependencia. Pero también el hombre deja a sus padres por su esposa, lo que da a la mujer el puesto de honor en el hogar. Así, pues, los dos esposos se complementan y se necesitan uno al otro. El amor conyugal supone que cada uno respete la dignidad del otro.
Para hacerse con ella un solo ser. Dios quiso la atracción de los sexos. La unión conyugal los ayuda a encontrarse unidos por el amor, hasta escuchar al otro, comprenderse, saberse perdonar. También los dos se encontrarán unidos en un solo ser en la persona del hijo, en el cual los dos se reconocen; por eso los padres aman a sus hijos que son poderoso factor de unidad entre ellos.
Cuando se terminaba el reino de Salomón, por los años 950 antes de Cristo, un profeta desconocido redactó la primera historia del pueblo de Dios, lo esencial del Génesis y del Éxodo. A manera de introducción escribió los capítulos 2 y 3 del Génesis en los que quiso aclarar cuál era la situación del hombre en la tierra y cuál había sido la intención de Dios al crearlo.
Pero, ¿qué sabía de los principios del mundo y de las intenciones de Dios? Entonces no había ciencia ni historia que le dieran alguna luz sobre esos comienzos, ni tampoco debemos pensar que Dios se lo enseñó con revelaciones especiales. Eso sí, que el escritor de esas páginas tenía presente la Historia Sagrada. Muchas cosas habían ya sucedido desde el llamado de Abraham. El autor, un profeta, tenía bastante material para reflexionar si miraba la actuación de Dios y la de los hombres elegidos para ser su pueblo. En eso pudo descubrir, guiado por el Espíritu Santo, el proyecto de Dios, al crear al hombre, y lo contó aquí en forma sencilla, usando las comparaciones e imágenes folklóricas de su tiempo.
Por lo tanto, cuando habla de Adán hecho de barro y colocado en el jardín, no piensa dar una descripción científica del origen del hombre.
Al crear al hombre, Dios deseaba hacer de él su amigo. El hombre, sin embargo, se había valido de su libertad para orientar su vida según sus propios deseos, despreciando la voluntad de Dios. El autor de esas páginas veía un ejemplo de este pecado en la historia de Salomón. Este había empezado siendo rico y colmado de las gracias de Dios, y, sin embargo, por haber pretendido ser sabio (“conocer el bien y el mal”) desobedeciendo la Ley de Dios, se había apartado de él y sus esposas lo habían atraído al culto pagano de la Serpiente. El autor del presente relato escribió la historia de Adán recordando el pecado de Salomón.
“Adán” que significaba “el Hombre” es relacionado con Adama, que significaba barro. Así se recalca que el hombre está arraigado en la materia común del mundo. Pero tiene en sí algo divino, “el aliento” de Dios. En este tiempo, Dios no había enseñado todavía que tenemos un espíritu inmortal, pero los autores sagrados sabían que el hombre es un ser privilegiado entre todos los vivientes: al hombre Dios le comunica su propia vida.
Como lo vimos en la introducción “De la creación a Abraham”, los primeros hombres eran (en cuanto a su cuerpo) descendientes de una raza animal anterior. Eso no contradice a la Biblia, la cual no habla de un hombre hecho en el cielo y arrojado a la tierra, sino perteneciente a la naturaleza común.
Podemos pensar que por obra de Dios creador se inició un proceso de desarrollo y la Vida progresó hasta que hubo seres vivientes con un cuerpo y un cerebro bastante perfeccionados para recibir un espíritu libre.
El árbol de la ciencia del bien y del mal. Significa el poder de decidir lo que es bueno y lo malo. El hombre no lo puede por sí mismo, sino mirando a Dios y obedeciendo sus mandamientos. Todo lo tiene de Dios y debe confiar en su Palabra. No permanecerá en el paraíso (o bien no entrará en él) si no sabe vivir con amor, dependencia filial y humildad.
Adán le pone nombre a los seres vivos: esto quiere decir que es dueño de ellos, pero entre todos no hay ninguno igual al hombre. Entonces, Dios le da a la mujer como ayuda y compañera. En esto hay una lección para esos pueblos primitivos en que los hombres trataban a su mujer más como esclava que como compañera.
“Para hacerse con ella un solo ser”. El poema dice “para hacerse una sola carne” pero en la Biblia la palabra carne tiene una significación más amplia y designa todo el ser mortal.
Algunos comentaristas pensaron que el pecado del primer hombre fue unirse con su mujer sin el permiso de Dios. Esta suposición no se fundamenta en el texto de la Biblia.
“Desnudo, sin vergüenza”. Esto quiere decir que no se sentía pecador. Vivía en la verdad y no tenía nada que ocultar. Para los autores de la Biblia, desnudez significa humillación: se le quitan al hombre los disfraces que usaba para convertirse en un personaje, de tal manera que se siente desamparado frente a la mirada malévola de los demás. El hombre antes del pecado está sin máscara ante Dios y acepta que la ley divina alumbre todos los rincones de su conciencia. No teme a Dios.