Anotación a Ez 38, 1

      Los capítulos 38 y 39 anuncian para después de restablecido el reino de Israel una invasión de las naciones unidas contra él. Los países de que se habla son los del norte, cerca del Mar Negro. Para entonces se anuncia una victoria milagrosa de Yavé.
      Este anuncio se repetirá después en Is 66,18 y más tarde, en tiempo de los Macabeos, los judíos perseguidos pensarán que ha llegado la hora en que Dios va a aplastar a los perseguidores (Daniel). En el Evangelio, cuando Jesús habla de una destrucción del Templo, de inmediato los apóstoles piensan que ésta anticipará el triunfo de Jesús (Mateo 24,3).
      Esta espera de una intervención fulgurante de Dios es propia de los libros llamados “apocalípticos” (“apocalipsis” quiere decir revelación); ya hablamos de esto respecto a Isaías 24.
      Es bueno esperar esta venida triunfante de Cristo. Cuando los creyentes se comprometen en la construcción de un mundo más justo, saben que el mal no desaparecerá de la existencia presente. Desde Ezequiel hasta el Apocalipsis de San Juan, se nos dice que la historia del mundo se acabará con la oposición de los que aceptan y de los que rechazan la oferta de Dios. El reino de Dios no será este mundo que construimos, aunque sea necesario construirlo para preparar el nuevo y definitivo que Dios dará a su manera.
      Pero esperar que Dios lo hará todo puede ser ilusión y engaño. Algunos creyentes toman una actitud pesimista: piensan que el mal es más fuerte y que no hay nada que hacer sino esperar que Dios venga a arreglarlo todo. Otros están ávidos de “revelaciones” y anuncian “castigos y catástrofes”. Otros se van encerrando en sus grupos o sectas, como en el grupo reducido de los salvados y viven al margen de los demás, es decir, de espaldas a la vida real.
      En 39,28 se notará un nuevo anuncio de reunión de Israel y de envío del Espíritu. Donde actúa el Espíritu hay un fruto de unión.