Anotación a Ez 34, 1

      El Señor Yavé reúne a su rebaño disperso.
      Hay como dos partes en esta larga comparación en que Yavé promete hacerse el pastor de su pueblo:
– una revolución.
—un juicio.
      Habla de parte mía contra los pastores de Israel. Aquí Yavé anuncia un cambio total de la vida social de Israel: reemplazará a los pastores. La expresión “pastores” sé aplica a todas las autoridades civiles. Comprende por lo tanto, al rey, magistrados y jueces. Excluye a los sacerdotes y profetas, al contrario del uso de hoy, pues para nosotros la palabra “pastor” designa solamente a los jefes espirituales de una comunidad.
      ¿No son acaso los rebaños los que deben ser apacentados por los pastores? El rebaño no le pertenece a los pastores: Yavé condena a las autoridades de su pueblo que encontraron normal gozar el poder y la riqueza sin considerarse primero como los servidores del pueblo. Fácilmente imaginamos la miseria del pueblo judío en los momentos que hablaba Ezequiel, inmediatamente después de la catástrofe de Jerusalén:
– “ovejas débiles”, hambrientas, enfermas.
– “extraviadas”, andaban errantes, sin domicilio ni trabajo seguro.
– “llegaron a ser presa de todas las naciones” fueron llevados al destierro.
      Yo mismo iré en busca de mis ovejas. Ahora Yavé ha rechazado los jefes de Israel, los cuales han desaparecido en la catástrofe de su país, y promete hacerse pastor. Yavé será el buen pastor y con esta ocasión dice cuáles son los deberes del pastor:
– reunir;
– proteger;
– dar alimento a todos; y
– reprimir a los prepotentes.
      Se acabaron los días del nublado y las tinieblas en que Dios parecía lejano e Israel se veía hundido y sin esperanza. Ahora Yavé reunirá su pueblo de entre las naciones. El Reino que ha preparado Dios para esa muchedumbre desalentada superará todo lo que podían esperar. No tendrán solamente la prosperidad material sino que vivirán en paz y descansarán junto a su Dios. Yo mismo los haré sestear.
      En cuanto a ustedes, yo distinguiré entre ovejas y ovejas. Con estas palabras empieza la segunda parte: el juicio de Dios.
      Por una parte las ovejas gordas. Las que aprovecharon el orden injusto de la Sociedad. No les bastó tener un nivel de vida superior al de los demás sino que pisotearon lo mejor del pasto: dejaron sin cultivar las mejores tierras del país, sacaron al extranjero las divisas que hubieran permitido el desarrollo de su pueblo, impidieron el acceso de todos a la educación y la cultura.
      Atropellaban con sus hombros y sus costados y las hacían volar con las astas para dispersarlas. Aprovecharon el poder y porque tenían la justicia a su disposición impusieron “su” orden por la fuerza.
      Pondré un solo pastor que los apaciente, David mi siervo. Ese es Cristo, nuevo David. Como se hizo notar respecto de Isaías 11,1 no se anuncia al Mesías como uno más de los descendientes de David y para que reanude el pasado. Será otro David y empezará algo totalmente inédito.

      Fácilmente uno encontrará aquí las imágenes y las ideas que Jesús meditó personalmente y que le sirvieron para hacer tres parábolas: la del Buen Pastor (Juan 10,1), la de la Oveja perdida (Lucas 15,4) y la del Juicio (Mateo 25,31).