Vienen a continuación las profecías de Ezequiel en Caldea, durante los seis años que precedieron al sitio y la caída de Jerusalén.
Por un tiempo, Ezequiel se queda mudo, durante otro, estará paralizado, Esta enfermedad extraña tiene valor de enseñanza. Por todos los medios, Ezequiel recalca que Yavé ha decidido la ruina de Jerusalén, porque los israelitas no se han arrepentido ni han vuelto a ser más fieles.
Ezequiel está en Caldea pero vive pendiente de Jerusalén. En estos capítulos su enseñanza se parece a la que dispensa Jeremías en el mismo tiempo. La forma, sin embargo, es muy diferente. Jeremías hablaba, y solamente después se escribieron sus declaraciones; en cambio, Ezequiel escribe de manera más formal y arreglada; desgraciadamente su estilo nos parece a veces recargado y complicado, pero hay que meditar estas largas parábolas en las que a cada paso se hallan imágenes estupendas.
En 3,25 parece que se trata de una parálisis extraña que durará un tiempo simbólico: 190 días más 40 días: no sabemos lo que significan esas cifras.
En 6,8-10, como en otros muchos lugares de los profetas, se anuncia que Yavé salvará a un resto. “Sentirán hastío de sí mismos por las maldades que cometieron”. Esta afirmación es propia de Ezequiel y demuestra que los salvados se convertirán muy sinceramente: tener hastio de sí mismo por sus pecados es lo que atrae la gracia de Dios.