Los capítulos 25-32 son los “mensajes contra los pueblos paganos”, semejantes a los que encontramos en otros profetas.
El profeta, después de anunciar la destrucción casi completa de Israel, anuncia con entusiasmo la destrucción definitiva de sus enemigos cuando llegue la hora de la justicia. Esos pueblos no conocen a Yavé ni han recibido misión de él. El profeta habla llevado por un sentido exigente de la justicia. Las naciones amonita, edomita, etc., no tienen ningún derecho a permanecer como tales ya que no preparan en nada la salvación y Yavé se valió de ellas solamente para purificar a su pueblo. Por eso deben desaparecer en el torbellino de la historia.
Sería entonces equivocarse sobre el sentido de la Biblia pedir a Dios el castigo de las personas e individuos que no creen e incluso de los que persiguen a la Iglesia (v. 1 Pedro). Tampoco podernos desear ahora la destrucción de alguna nación opresora, ya que en todas actúa la gracia de Cristo. Solamente debemos afirmar que cualquier institución o ley que está en contra del Evangelio desaparecerá: “Toda planta que no plantó mi Padre será arrancada” (Mateo 15,13).