Anotación a Ex 3, 1

      Aquí tenemos el primer encuentro de Moisés con Dios. Todos los detalles de este relato tienen importancia, porque nos dicen algo del misterio de Dios y de la manera cómo viene a llamar a los hombres.
      Dios ha esperado varios años (Moisés ya es un hombre maduro), antes de darse a conocer a Moisés. Lo hace en un tiempo en que Moisés tiene encaminada su vida como padre de familia y pastor de ovejas. Lo hace en el desierto, donde aparentemente Moisés se ha marginado de las desgracias de sus hermanos, perdiendo día tras día la esperanza de que pudiera servir a su pueblo. Así muchas veces, Dios espera a los hombres en tal o cual desierto de su vida. Son esos tiempos, aparentemente vacíos, en que Dios prepara a sus servidores, madurándolos en una acción silenciosa, mientras el corazón y la generosidad permanecen intactos.
      El Angel de Yavé se mostró a él en una llama de fuego. El ángel de Yavé (sabemos que es una manera de decir el mismo Yavé Dios), se presenta como el fuego que atrae las miradas y cuya llama viva fascina: Dios es fuego que no se puede tocar ni comprender. Moisés hace entonces lo que se hacía al entrar en un Lugar Sagrado, para no llevar ante Dios el polvo de la existencia profano: se quita las sandalias. Así nos recuerda que el hombre no se puede acercar a Dios sin despojarse de sus preocupaciones y de sus deseos terrenales.
      Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Es decir que Dios no viene a Moisés como un extraño. Es el Dios amigo de sus antepasados y del que Moisés ya había oído hablar. Pero ahora lo llama a su vez para continuar la obra salvadora empezada o prometida a sus padres.
      Estaré contigo. Es la palabra reconfortante que se lee en la Biblia cada vez que Dios llama a una misión: “El Señor está contigo” dirá el ángel a María, y Jesús al enviar a sus apóstoles les dirá: “Estoy con ustedes hasta el fin del mundo”.
      ¿Quién soy yo para ir donde el faraón? Llamado a liberar a Israel, Moisés tiene miedo. Ya no es el joven entusiasta que asaltó al capataz egipcio; el hombre maduro comprende que una misión así le va a absorber totalmente. Otros, después de él, tratarán también de esquivar la mirada exigente de Dios (v. Jer 1).
      Pero como más tarde lo experimentará el apóstol Pablo, es difícil resistir cuando Dios llama. El fuego en la zarza, la voz que habla no son sino figuras del encuentro interior de Dios con su profeta. Dios ya se ha hecho dueño del corazón de Moisés. Este, sin darse cuenta, estaba dispuesto a un compromiso total. Después del encuentro con Yavé no se pertenecerá más a sí mismo. Es y será para siempre el profeta de Israel.
      Ahora, ve que te envío a faraón. El joven Moisés tuvo que huir al darse cuenta que la obra de levantar a sus hermanos era larga y difícil. Ahora tiene una certeza: Dios lo ha escogido para eso y lo manda. Esto basta para que se entregue durante años a una misión cuyo éxito parecerá a veces muy improbable. Cuando uno se sabe comprometido en algo que Dios pide, persevera y construye para el porvenir.
      El párrafo en que Dios revela su nombre tiene una doble significación:
– Yavé se da a conocer en forma indecible.
– Yavé revela a su futuro pueblo cómo han de mirarlo.
      Yo soy lo que soy. Dios sugiere la inmensidad de su misterio; ningún hombre puede expresar lo que es. Pero también se niega a definirse, pues los hebreos, como los otros pueblos primitivos pensaban que al conocer el nombre de un Dios se le podía invocar y con palabras mágicas obligarlo a conceder un favor. Yavé no dará a nadie poder sobre él: llama a quien quiere y concede sus favores a quien le agrada.
      Yavé. Los antepasados de los israelitas llamaban a su Dios Yavé o Yavó. Aquí la Biblia da una significación a este nombre. En idioma hebreo Yavé puede entenderse como “El que hace existir” o también “El que es”. Siglos más tarde, los judíos dejaron de pronunciar el nombre de Yavé por respeto. Entonces cambiaron en la Biblia la escritura Yavé por Jehovah, palabra que no tenía sentido y no se pronunciaba, pero al verla, el lector sabía que debía decir Edonah, o sea Señor.
      Dios no se define. Pero indica a sus fieles un nombre con el que lo invoquen. Los israelitas siempre se alabarán de “invocar el nombre de Yavé”, de llamar a Dios con el nombre que Él les reveló. Israel dará a conocer al mundo a ese Dios que no fue imaginado o nombrado por los hombres. “Yo soy”: esto es verdad en todos los sentidos: Dios existe y además concede al hombre que exista.