Al llamar a Moisés de en medio de la zarza ardiente, Yavé le había dicho: “Ustedes vendrán aquí a rendirme culto”. Así la travesía del mar (el bautismo de Israel) y sus pruebas en el desierto lo preparaban para el encuentro con Dios. Con ocasión de sus dificultades Israel ha conocido a su Salvador. Por lo tanto, puede comprometerse a su servicio. Dios quiere ser servido por hombres libres.
En ese tiempo, las alianzas entre pueblos o entre jefes de tribu y reyes poderosos tenían gran importancia. Entonces Dios, que siempre habla con lenguaje humano a los hombres, propone a los hebreos una alianza formal, celebrada con sacrificios, según el uso del tiempo.
Todo se va a realizar al pie del Monte Sinaí, llamado también Monte Horeb (o sea, Monte de Dios), en uno de los lugares más impresionantes que se puedan imaginar. Moisés y los ancianos o sea, jefes de tribu, suben en medio de una tremenda tempestad eléctrica, mientras retumban los truenos entré las quebradas. La limpieza de la ropa, la prohibición al pueblo de acercarse al monte, las abstinencias, y sobre todo el espectáculo natural, hacen sentir el Poder del Dios inaccesible. Y eso, en el mismo momento en que Yavé “va a bajar ante ellos”. Así en la Biblia se juntan siempre dos afirmaciones que parecen opuestas: Dios viene a los hombres y nadie se puede acercar a Dios.
Ustedes han visto cómo he tratado a los egipcios…: el pueblo ya sabe cómo salva Dios y cuán difícil es convivir con él.
Si guardan mi alianza: no se trata solamente de practicar las leyes y mandatos que les va a dar. Ser el pueblo de Dios es algo que viene del corazón; cada día se le deben dar nuevas pruebas de fidelidad.
Serán para mí un reino de sacerdotes entre las demás naciones de la tierra. Israel será el reino cuyo único rey es Yavé. Los hombres que manden en Israel, solamente deberán procurar su justicia. Los israelitas son hombres libres que pertenecen únicamente a Dios: por eso no se dejarán contaminar por los ídolos, las costumbres impuras y los falsos valores de los demás pueblos. Y son sacerdotes para Dios: En Israel, como en otros pueblos, había sacerdotes consagrados al servicio de Dios: el culto, los sacrificios, la oración, la enseñanza de la Biblia; y todo eso lo hacían por sus hermanos israelitas. Ahora bien, Israel en su conjunto es “sacerdote” y servidor de Yavé entre los otros pueblos: tendrá que servir por ellos ante Dios y darles a conocer las promesas que Dios dirige a todos los hombres.
¿Quién no ve que esta misión le corresponde ahora a la Iglesia? Al despedirse de sus apóstoles, Jesús pedía en su última oración, que los creyentes fueran el nuevo pueblo consagrado a Dios, sacerdotes de Dios en medio del mundo (Juan 17). V. también 1 Pedro 2,3.
En Hebreos 12,18, Pablo recuerda a los cristianos que vacilan en su fe el compromiso solemne con Dios que es el bautismo. Lo hace en términos que recuerdan la alianza del Sinaí. El bautismo es una realidad de menos apariencia, pero de mayor transcendencia porque encierra una entrega total y definitiva a Dios.