Los judíos están mezclados con los que no comparten su religión, con el peligro de perder su personalidad. Esdras piensa que solamente apartándose la comunidad judía logrará ser fuerte y consciente de su originalidad. Entonces para evitar la influencia de las demás religiones se prohiben los matrimonios con los que no son hebreos.
Pero Esdras, sin darse cuenta, favorece el racismo a pesar de las enseñanzas de los profetas que en el siglo precedente habían proclamado la entrada de todas las naciones en el pueblo de Dios. La observación estricta de las leyes es, al comienzo, una protección contra los paganos, pero con el tiempo un muro irá aislando a los judíos de los demás pueblos.
Vemos la situación trágica de esta comunidad judía purificada por el Destierro, que procura organizarse como “reino de los santos” de Dios: para alcanzar una meta, descuidan otras. Es que ni el hombre se puede santificar ni el pueblo de Dios prosperar con solamente usar métodos y organizaciones eficaces.
Para ser fuerte el pueblo de Dios no necesita encerrarse en una concha como los mariscos sino tener vértebras dentro, es decir, fe y generosidad. Siempre existirá para las comunidades cristianas el riesgo de encerrarse en sí mismas con leyes y reglamentos por el afán de protegerse.