Encontramos aquí una serie de leyes que promueven relaciones más humanas. A esto llega la predicación de los profetas: crear entre los hombres, en todos los sectores de la vida social, una actitud de cooperación y de bondad semejante a la actitud misericordiosa de Dios mismo.
Todo esto fue planeado para un pueblo de agricultores, con una economía bastante primitiva, y necesitaría una adaptación para nuestra sociedad más organizada. A cada una de estas prescripciones corresponde, con el mismo orden, otros tantos aspectos de una legislación verdaderamente humana:
– ayuda a los recién casados;
– seguridad del empleo y derecho al trabajo;
– lucha contra la prostitución y la explotación de los emigrantes;
– seguridad contra accidentes del trabajo y control médico preventivo;
– asegurar un mínimo a los cesantes y a las familias de los huelguistas;
– sueldos pagados oportunamente, y
– supresión de los castigos y de las medidas de represión colectiva.
Viene a continuación la atención a los desamparados. Uno no puede considerar como exclusivamente suyo todo lo que ha ganado. Es un deber observar las leyes de solidaridad social y pagar religiosamente lo que exigen.