Pablo según su. costumbre elogie a sus lectores. En realidad la razón de escribirles es la información que le dio Epafras sobre las inquietudes de la comunidad de Colosas.
Epafras de quien habla, era un hombre de Colosas. Cuando Pablo organizaba la evangelización de la provincia de Éfeso (v. Hechos 19,26 y 20,4), no iba a cada ciudad sino que enviaba a sus ayudantes. Epafras de Colosas había anunciado la Buena Nueva y había empezado a reunir comunidades en Colosas, y después en las ciudades vecinas de Laodicea y de Hierápolis (v. Col 4,13). Fue él quien vino a Roma a enterar a Pablo de las dificultades:
Su fe…, su caridad…, como esperan. Pablo agrupa siempre esas tres fuerzas del cristiano: creer, amar, esperar.
Las tres van juntas o fallan juntas. Pero aquí Pablo insiste más en que la esperanza es el motor y la fuerza que anima a creer y a amar. Los creyentes a quienes Pablo se dirigía, sobre todo los que habían vivido aburridos en el paganismo, se entusiasmaron al descubrir que la existencia llevaba a algo grande y que estaban hechos para recibir la misma vida de Dios. Se pusieron a prepararse para la segunda venida de Cristo, deseando ver a aquel en quien creían y que les daría todo, y, mientras tanto, sentían ya transformadas sus existencias, aunque, les faltaba todavía constancia y seguridad en su fe.
Ahora, por todo el mundo va dando sus frutos. Pablo es muy optimista al decir esto, cuando todavía la Iglesia no era sino pequeñas comunidades en las ciudades importantes del Imperio romano. Pero sabe que la semilla es buena y que Cristo vencerá por dondequiera que se lo predique.
Nos trasladó al reino de su Hijo. Mientras los colosenses, siguiendo a predicadores dudosos, se preocupan por un mundo invisible de Poderes sobrenaturales (v. Ef 1,21), Pablo de entrada simplifica la situación. No hay más que un poder de las tinieblas y un reino del Hijo de Dios, ése es Cristo.