“Que me bese con los besos de su boca”. No hay otro libro de la Biblia que empiece de esta manera. Una pareja de enamorados viene a interrumpir la historia sangrienta de Israel y los llamados de los profetas. Y no es para una oración en común como en el libro de Tobías, que, a su manera, presenta dos novios muy simpáticos y harto creyentes.
En el Cantar no se nombra a Dios, siendo que en los demás libros se habla de él en cada párrafo, tanto para bendecir como para maldecir. Eso sí, es el canto del amor apasionado. ¿No será ésta una manera de hablar de Dios? Dios no es un personaje sentado allá en las nubes, sino el Infinito presente en lo más íntimo del ser humano. Los enamorados, ¿no hablan de “amor divino”? ¡Cuántos novios, aun educados en la fe, descubrieron a Dios de manera nueva y más profunda cuando despertaron al amor! El que ha encontrado el amor verdadero es atraído por algo más grande que pasa a través de su amada y que la transfigura. La ama a ella y la ama en Dios.
En definitiva, el amor humano es la imagen más adecuada del amor de Dios con nosotros y por eso un sabio de Israel decía: “Si los libros de la Biblia son santos, eI Cantar es sacrosanto”.