Anotación a Ap 4, 1

      Después de los siete mensajes de Cristo a las Iglesias, vienen las visiones que tratan de dar una comprensión cristiano de la historia.

      Frente a las dificultades y persecuciones, necesitamos saber adónde vamos y por qué luchamos. El que no tiene un norte, pronto será barrido por las corrientes adversas. El que se fija solamente en hombres y fuerzas humanas se sentirá desconcertado.
      Por eso, Juan, antes de desarrollar una visión de la Historia, nos muestra el centro inmutable de donde provienen todas las cosas y los acontecimientos, y adónde vuelven.
      En el cielo un trono, y en el trono Alguien sentado. Ese Alguien invisible del que irradian luz y vida es el Ser divino contemplado en su fuente primera, que es el Padre. Él no tiene rostro que se pueda describir, pero todos los elementos de la naturaleza están reunidos para expresar algo del Ser divino: fuerza imponente del temporal, poder fascinante del fuego, pureza y frescura del agua.
      Los ancianos son los santos del Antiguo Testamento que representan al pueblo fiel (Is 24,23). Los cuatro animales o más bien seres, designan a los ángeles. Son figuras poéticas para expresar lo más noble, robusto, sabio y rápido. Fijan sus ojos, siempre despiertos, en el seno del Ser divino y derraman las energías de Dios por todo el universo.
      No cesan de repetir: Santo, Santo, Santo. Ese es el primero de los himnos que leemos en el Apocalipsis. Al centro en que está Dios y de donde parte la historia del mundo, solamente vuelve la acción de gracias. Cuando haya transcurrido la historia y se acabe la vida de los mortales, todo se reunirá en una acción de gracias al Padre. ¿Qué haremos en el cielo? Nos lo dicen estas páginas: todo será admiración, alabanza y descubrimiento asombrado de la infinitud de Dios.

      Se notará cómo Juan describe el misterio de Dios en la presente página, usando las imágenes de Isaías 6 y de Ezequiel 1. En cuanto a los cuatro animales, el arte cristiano acostumbró a representar con ellos a los cuatro evangelistas: Mateo, el hombre, Marcos, el león, Lucas, el toro, y Juan, el águila.

      Una puerta se abre en la bóveda del cielo. Según las ideas de ese tiempo, por encima de la bóveda están las “aguas superiores”, que son el piso de otro cielo, el verdadero, donde reside Dios. Esas son llamadas “mar transparente como el cristal”.
      El que es, que era y que viene. Dios no contempla la historia, quedándose afuera. Reconocemos que viene a nosotros a través de los acontecimientos diarios.