Juan había sido condenado por su fe y vivía desterrado en Patmos. Era como el año 95.
Con quienes comparto las pruebas, el reino y la perseverancia de Jesús. La perseverancia es virtud propia de los perseguidos.
Juan recibe su visión el día del Señor, o sea el domingo o día de la resurrección. Por lo tanto, dicha visión será animada por el soplo triunfante de la resurrección.
Vi como un Hijo de Hombre. Es una visión simbólica de Cristo, y todos los rasgos de su semblante nos ayudan a conocerlo. Cristo va vestido como los sacerdotes y ceñido de oro como los reyes. Los cabellos blancos son imagen de la eternidad (Daniel 7,9). Los pies de bronce significan que nadie lo echará abajo. Cristo aparece tal como Daniel representa a Dios Juez universal.
Yo soy el Primero y el Ultimo. Con estas palabras, Cristo se identifica con Dios mismo. Es una manera de hablar propia de Dios que encontramos en Isaías 44,6 y 44,12. Lo mismo, “el que vive”, es propio de Dios. Juan da a Cristo todos los títulos y privilegios propios de Yavé. ¿Cómo decir mejor que Cristo es un solo Dios con el Padre?
En el momento de dar los siete mensajes a las siete Iglesias, Cristo aparece no como un hombre del pasado, sino como el Señor que tiene en su mano los destinos de las Iglesias. La “espada de dos filos que sale de su boca”, es la palabra de Dios que penetra irresistiblemente en los espíritus y que siempre se cumple en los acontecimientos. Es eficaz tanto para dar muerte como para salvar.
Eran más de siete las Iglesias de Asia. Pero siete designa una plenitud y las siete representan, pues, a todas las comunidades cristianas. Siete es la cifra perfecta y por eso en el Apocalipsis se nombra siete veces a Cristo, catorce veces a Jesús, veintiocho al Cordero (que es Cristo). Hay siete profecías de la victoria de Cristo con los suyos y siete Bienaventuranzas semejantes a las del Evangelio: “Feliz quien…”.
La estrella, el ángel y el candelabro: posiblemente esas tres imágenes se completan para designar una Iglesia, obispos y creyentes juntos.