La muerte de Saúl parece echar abajo la unión reciente y frágil de las doce tribus. Entre ellas, dos predominan: la de Judá, en el sur; la de Efraím, en el norte. Esta última agrupa en torno a sí a otras de menor importancia: esta agrupación se llama Israel.
David es reconocido como rey por los de su propia tribu, los de Judá. El norte permanece fiel al hijo de Saúl. Desde el comienzo David piensa reunirlos a todos. Para lograr este fin, busca simpatías entre los partidarios de Saúl y felicita a los hombres del norte que lo sepultaron.
Vemos que David, el varón dé Dios, tenía dos esposas; después tuvo otras más. David era hombre de su tiempo y entonces, no tenían bastante comprensión del matrimonio, para ver que exige el compromiso definitivo de un solo hombre con una sola mujer: Dios no exigía más de lo que podían entender.