Josías siguió el recto camino como David, su padre. En los últimos días del Reino de Judá, un rey “semejante a David” va a dedicarse a una renovación de la fe y de la alianza de Yavé y a una reconquista del territorio de los antepasados.
Muertos los reyes perseguidores, los fieles despiertan lentamente. En el año 622 antes de Cristo, el descubrimiento casual de la “Ley” sacude al reino.
He hallado el libro de la Ley en la Casa de Yavé. Durante los reinados precedentes, los libros sagrados habían sido olvidados o escondidos. Lo que se descubrió fue seguramente lo esencial del Génesis, del Éxodo y del Deuteronomio. Este último se debía principalmente a los levitas y sacerdotes que llegaron del norte a la caída de Samaria. Insistía sobre la fidelidad a la Alianza de Yavé, afirmando sin vacilar que este era asunto de vida o muerte para el pueblo de Dios.
Se puede notar el impacto de la palabra sagrada. Desde ese momento Josías (que tiene entonces veintiséis años) se dedica antes que nada a modelar su vida y la de su pueblo sobre las exigencias de la Ley. Se da cuenta que la protección de Yavé es lo único que puede salvar a su pueblo frente a las grandes naciones. La descripción de todo lo que hubo que destruir, da una idea de la ola de paganismo que en tiempo de Manasés lo había sumergido todo.