Anotación a 2 Re 18, 1

      Empieza la última parte de los Libros de los Reyes: la historia del único reino de Judá. La caída de Samaria y la desaparición del reino del norte alientan una renovación religiosa en el del sur.

      Ezequías hizo lo recto a los ojos de Yavé. Es el momento en que el profeta Isaías está presente junto al rey Ezequías (716-687 antes de Cristo). Había anunciado el nacimiento de dicho rey como un gran favor de Dios. Si bien está claro que Ezequías no alcanzó, ni mucho menos, la fe de David, se dedicó a promover la fidelidad a Yavé.
      Suprimió los santuarios de Lomas. Aquí notamos el esfuerzo de los reyes de Judá para que no hubiera otro lugar de culto que el Templo de Jerusalén. Pues en los numerosos santuarios de la provincia la gente iba a ofrecer sus sacrificios a Yavé en condiciones tales, que ordinariamente se mezclaban muchas prácticas paganas. Al destacar el monopolio del Templo de Jerusalén donde sacerdotes y levitas más instruidos vigilan la pureza de la fe, Ezequías favorece la reforma de la religión.

      Respecto a la serpiente de bronce que Ezequías destruyó v, Núm 21,3.

      También es cierto que llegaron del norte numerosos sacerdotes y levitas fugitivos. Varios de ellos habían procurado mantener la fe a Yavé y la unidad religiosa. Llevaban consigo libros sagrados y numerosas tradiciones antiguas sobre Moisés y el pasado de Israel. Este aporte iba a ser de suma importancia, tanto para la redacción de la Biblia como para la reforma de Josías, un siglo más tarde (2 Reyes 22).