Anotación a 1 Tes 4, 13

      No se apenen como los demás. En la comunidad de Tesalónica, todos son cristianos recién convertidos y de poca experiencia. Durante años habían aceptado la suerte del hombre que nace para morir. En cambio ahora, se despiertan cada día con la certeza de superar la muerte: Cristo vendrá pronto y los llevará al Reino celestial. Pero están apenados por sus familiares fallecidos, que Cristo no podría salvar. Pensaban así, porque a los hombres de cultura griega les costaba mucho creer en una resurrección de los muertos.
      Entonces, Pablo les habla de Cristo “salvador de los vivos y de los muertos”, como lo oímos muchas veces. V. este tema desarrollado en el capítulo 15 de 1 Cor: todos seremos transformados, a la venida de Cristo, tanto los vivos como los muertos.
      Los que descansan. Tal vez, cuando hablamos de los que descansan en paz, no nos fijamos en lo extraordinario de esta expresión. Los primeros cristianos la formularon. Los que han muerto no están muertos, sino que descansan, esperando el tiempo de resucitar, de levantarse como persona nueva transformada por Cristo: todos seremos transformados. “Cementerio” viene de una palabra que significa dormitorio.
      Nos reuniremos llevados en las nubes. Pablo hace la suposición de que él y sus lectores estarán todavía vivos cuando venga Cristo. En realidad, tenían algunas ilusiones en esos primeros años de la fe. Pablo describe el acontecimiento siguiendo la manera de pensar de su tiempo: para ellos, había que subir al cielo. Es fácil comprobar que estas imágenes propias de otro tiempo no cambian la fe en la resurrección.
      Para siempre estaremos con el Señor. Pablo va a lo esencial: compartiremos la suerte de Cristo. Gozaremos la intimidad de Dios porque toda nuestra persona habrá sido purificada y transformada por las energías que salen de la persona de Cristo Resucitado. V. al respecto 1 Cor 15: ahí Pablo deja entrever lo que será la Resurrección del cuerpo, o mejor dicho, de nuestra persona.
      Para reconfortarse unos a otros. La manera cómo se celebran los funerales en la Iglesia debe reconfortar a los deudos del difunto y fortalecer su fe en la resurrección. No caben las expresiones de desesperación y tristeza que Jesús mismo despreció (v. Marcos 5,40) y que son propias de los que consideran la separación como definitiva. Es conocido el impacto que produce sobre los indiferentes una misa de funerales en que se dejó fuera lo espectacular, en que se siente la oración fervorosa de la comunidad y en que la familia del difunto comulga demostrando ante todos un espíritu sereno y firme en su fe.