Anotación a 1 Sam 8, 1

      Una corriente nueva aparece en Israel. El pueblo se da cuenta de la debilidad que crea la división y la anarquía. No basta el poder pasajero de los “Jueces”. Las doce tribus deben unirse en torno a un rey.
      Samuel es un defensor del pasado, y sus advertencias están marcadas por su desconfianza personal: no reconoce el progreso que constituye un gobierno más fuerte y centralizado. Sin embargo, sus ideas son muy valiosas y nos hacen ver los peligros que entraña un poder estable y fuerte.
      Samuel reprocha al pueblo su poca confianza en Yavé. Hoy hablaríamos de su afán de seguridad. Prefieren entregar a otro el cargo de tomar iniciativas y de ser responsable por ellos. Así como en la actualidad, después de las reformas agrarias se sabe de campesinos que echan de menos al dueño que los explotaba.

      Dice Juan XXIII que donde falta la iniciativa y la responsabilidad personal de los particulares, hay tiranía política. Además, cuando el individuo lo espera todo del gobierno o del rey, hay un estancamiento general y se apaga el genio creador del hombre.

     Por otra parte, Samuel dice que un rey olvidará pronto que está al servicio del pueblo. Como los “reyes de las naciones extranjeras”, se creerá dueño del país y sacrificará a los hijos de su pueblo a su propio prestigio y a sus guerras.