Los capítulos 19-25 nos cuentan la vida de David prófugo. Va a ser jefe de una banda de gente menos que regular y vivirá con ellos en los sectores aislados del país.
David no es un “santo”, como se podría imaginar actualmente. Es el amigo de Dios tal como uno podía serlo en una sociedad poco civilizada. A pesar de sus defectos, permanece como el modelo de lo que Dios puede hacer con un hombre que se deja guiar por él.
La Biblia destaca el alma magnífica de David y su generosidad en medio de una vida de guerrillas con todo lo que eso supone. David vive consciente de su misión, enfrente con despreocupación los peligros, y demuestra ser un maestro de sus guerreros y un hombre de intuiciones proféticas.
Cuando Dios quiere confiar a alguien una misión trascendental, lo aparta un tiempo de su ambiente, como a Moisés. David va al desierto. Jefe de una banda, se despoja de su mentalidad de hombre de la corte de Saúl; pasando por la inseguridad y la humillación conocerá mejor a Dios.