Anotación a 1 Re 8, 2

      El día de la inauguración del Templo, Dios manifiesta su presencia por la nube. Esta es en el Éxodo el signo visible de la presencia de Yavé junto a Israel (v. Ex 14,19 y 40,34). Los israelitas confiaban también en esta presencia de Dios que los amparaba (Jer 7) desde Jerusalén.

      Con el correr del tiempo pasaron en los patios del Templo muchas cosas poco decentes; incluso se construyeron altares a los ídolos y se practicaba la prostitución sagrada, según la costumbre pagana (v. 2 Reyes 23,4-7). Sin embargo, no se dice que Yavé haya abandonado su Santuario donde permanecía por fidelidad a su Alianza.
      Solamente al acercarse el fin de Jerusalén, el profeta Ezequiel cuenta una visión en que la nube sale del Templo: Yavé, en adelante, va a vivir entre sus fieles que fueron desterrados a Babilonia (Ez 9,3).
      Más tarde, en el Apocalipsis 15,8, el apóstol Juan verá esta nube en el Templo celestial, después de haberla visto sobre la persona de Jesús en su transfiguración.