Salomón emprende negocios. Adquiere una armada de naves de Tarsis, es decir, para viajes largos, y va a buscar oro y perfumes a las costas de África. Vende a los heteos del norte carros de Egipto y a los egipcios, caballos heteos. La fama de su lujo llega hasta la reina de Saba, en el sur de Arabia [o en Etiopia].
En realidad, Israel era un pueblo muy pequeño entre los dos grandes imperios de Egipto y de Babilonia. Por casualidad, durante los años de David y de Salomón, estos imperios se quedaron tranquilos y como dormidos, y esto bastó para que los israelitas pensaran que eran el primer país del mundo y vieran a Salomón como el rey mas magnífico de todos los tiempos.
La reina de Saba vino a probar si Salomón podría contestar todas sus preguntas. La Biblia pasa por alto el aspecto comercial de la visita que aparecerá al final en el trueque, de que hablan los versículos 10 y 13.
El encuentro de Salomón con la Reina de Saba llega a ser una escena histórica.
– Salomón el sabio y su pueblo descubren las riquezas y productos extraños de Otros países. ¡Así pues, el mundo es más grande de lo que pensábamos! Por consecuencia deberán tener una visión religiosa más amplia. Yavé no es solamente el Dios de una nación pequeña de agricultores pobres, sino que es soberano de un universo insondable.
– La reina de Saba es la mujer colmada, pero no satisfecha. No se habla de su esposo. Y está atraída por la sabiduría divina, que se manifiesta en el rey “Amado de Yavé” (2 Sam 12,29). Jesús recordará esta visita en Mateo 12,42.