Anotación a Jn 13, 2

     Juan, al contar la Ultima Cena, no hace alusión a la Eucaristía. Ya expuso en el capítulo 6 todo lo que quería decir al respecto. En cambio, desarrolla el gesto de Jesús que lava los pies a sus apóstoles. En Lucas 22,24-30 hay como un fugaz recuerdo de esto.
     Se puso a lavarles los pies. En ese tiempo la gente usaba sandalias. Al llegar alguien de visita, una manera de demostrarle la buena acogida, era ordenar a un sirviente que le lavara los pies. Seguramente esa costumbre no existía entre los apóstoles que no tenían sirvientes. Pero, esa noche, Jesús quiso ser el servidor de ellos.
     Si no te dejas lavar, no tendrás parte conmigo. Esta frase encierra también doble significado. Al lavar los pies, Jesús está anunciando además el bautismo en que concede al hombre el estar limpio. Se nombra aquí a Judas, y se lo menciona también cuando come el pan: quizás estas referencias sean advertencias veladas para los cristianos expuestos a despreciar la Eucaristía.
     Ustedes me llaman el “Señor”. Vale aquí lo que se dijo en el capítulo 11. En este capítulo también, la palabra “El Señor” se encuentra siete veces. Reconocemos al Señor y su amor por nosotros, cuando lo vemos hacerse nuestro humilde servidor. El servicio humilde será algo propio de los discípulos y de la Iglesia de Cristo. Que los jefes sirvan con humildad es una de las cosas más difíciles y más bellas y, a la vez, el testimonio más eficaz para convencer a los incrédulos y atraerlos a la fe católica.
     Para que ustedes crean que Yo Soy. Ya se habló bastante sobre el uso de esta palabra. Aquí, al anunciar la traición de Judas, que todos ignoraban, Jesús da una prueba de que él lo dirige todo y sabe dónde va, como corresponde al Hijo de Dios.
     Ahora es glorificado el Hijo del Hombre. No se puede separar la cruz de la resurrección: Cristo es glorificado en su misma pasión, al demostrar en ella el “colmo de su amor”. Cristo ya es glorificado, cuando va a la muerte; y luego el Padre lo glorificará en la resurrección.
     No podrán ir adonde voy. Jesús permanecerá cerca de su Iglesia y sin embargo los creyentes no podrán compartir totalmente su vida nueva sin haber compartido antes su muerte. Me seguirás después; eso será cuando Pedro muera mártir (ver 21,19).
     Les doy este mandamiento nuevo. Es decir, que es el mandamiento propio de los tiempos nuevos que empiezan. De él se habla a lo largo de todo el Evangelio y también en la primera carta de Juan.

     La Ley de Moisés exigía observancias y actitudes. También se hablaba, sobre todo en los profetas, de fidelidad interior y de amor. Este mensaje, sin embargo, quedaba oculto por la maraña de los formulismos. Aquí está el amor y nada más: es el único valor de la vida cristiana (v. también 1 Cor 13), que acompañan necesariamente la fe y la esperanza. Como la palabra amor puede entenderse de muchas maneras, Jesús dice: “ámense unos a otros como Yo los he amado”. Así pues, uno no se puede equivocar, y llamar amor cristiano a algunas amistades o relaciones egoístas.